martes, 10 de enero de 2012

Sobre "El Capote" de Gogol en "Pobre Gente" de Dostoievski

8 de julio 

Le devuelvo, mi querida Varvara Aleksiéyevna, el librito que tuvo la atención de enviarme. Al mismo tiempo, quiero tener una explicación con usted. No está bien, eso de que me haya colocado en situación tan apurada. Permítame usted, que le diga que a todos los hombres les parece que deben a Dios su condición social. El uno ha nacido para lucir los entorchados de general; el otro, para ser literato... ; aquel otro, para mandar. Así es la realidad, y eso responde a las facultades humanas; éste tiene aptitud para tal cosa; para tal otra; pero esas aptitudes es Dios quien las da. 

Yo llevo ya treinta años de servicio en la oficina. Cumplo mi deber con escrupulosidad; procuro siempre ser modesto, y jamás he incurrido en falta alguna. Como ciudadano y como persona humana, me tengo fundadamente por un hombre, con sus correspondientes defectos y sus correspondientes virtudes. 

En esto se basa el mundo, hijita: en que siempre hay uno que manda a los demás, y les tira de las riendas... A no ser por esa medida de precaución, no podría el mundo subsistir un momento siquiera, pues ¿qué sería del orden? 

La gente se esconde, se oculta, se acoquina, tiene miedo, incluso, de asomar la nariz, por temor a la burla, porque se sabe que todo cuanto en el mundo existe puede prestarse al libelo. Anda, saca a relucir en letras de molde toda tu vida, así la oficial como la doméstica; que todo se publique y se lea y provoque risas. ¡Ya no es posible dejarse ver por las calles! Si siquiera al final el autor hubiera variado algo la cosa, quiero decir que, por ejemplo, que el tal héroe fue siempre un ciudadano honrado y virtuoso; que era obediente con los superiores y cumplía concienzudamente sus deberes (aquí hubiera podido intercalar el autor un ejemplo); que jamás deseó a nadie nada malo, y que creía en Dios y que al morir (si es que irremisiblemente tenía que morir) le lloraron todos... 

Sí; yo, por ejemplo, así lo hubiera hecho, pues así como está escrita..., ¿qué tiene de particular ni de bella la novela? ¡Se reduce, sencillamente, a un ejemplo de la humilde vida cotidiana! Y ¿cómo ha podido usted decidirse a enviarme a mí semejante libro? ¡Es un libro maligno, un libro perjudicial, como usted lo oye, Várinka! ¡Es, sencillamente, infiel a la verdad, pues es totalmente imposible que en parte alguna pueda encontrarse un empleado como ése! ¡No; tengo que quejarme, Várinka; tengo que quejarme sencilla y expresamente! Su seguro servidor, 



Makar Dievuschkin

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